Comentario
Aspecto en esencia convencional, ya que se trata de establecer rupturas en un continuo poblacional, pero cargado de significado en este caso, la transición del Paleolítico Medio al Superior supone una serie de importantes cambios y renovaciones:
-Tecnológicos: leptolización en el instrumental lítico -sustitución de la talla de lascas por la de hojas- y aparición de manufacturas realizadas en nuevas materias primas: hueso/cuerna y marfil (desarrollo de una industria ósea estandarizada), rocas blandas pulimentadas (lámparas, colgantes...) y barro cocido (figurillas de Dolní Vestonice).
- Instrumentales: industrias con tipologías muy estandarizadas, aunque abunden los útiles inventados desde el Achelense (raspadores y buriles sobre todo). Los repertorios se enriquecen enormemente (industria ósea además de lítica), se diversifican, con fuertes variaciones cronoespaciales, y aparecen incluso útiles compuestos (raspador-buril, buril-perforador...).
- Económicos: la explotación del entorno se hace cada vez más intensiva, con aprovechamiento de recursos no utilizados, y más especializada. Se colonizan territorios anteriormente despoblados (la tundra ártica, la selva ecuatorial...).
- Sociales: fuerte estructuración en los hábitats, aparecen los poblados semipermanentes o estacionales, se desarrollan las estructuras de habitación y las cabañas, y se incrementan los intercambios e interacciones entre grupos.
Además, los aspectos nuevos en el caso europeo incluyen un decisivo cambio étnico, ya que los neandertales son sustituidos más o menos bruscamente por los hombres anatómicamente modernos (CroMagnon). Tampoco se debe olvidar que en la nueva etapa se desarrollan completamente las capacidades simbólicas (arte, religión, lenguajes, adornos personales...), comenzando el grafismo (inicios del almacenamiento de información codificada en soportes externos al propio organismo).
Aunque el problema de la transición es hoy en día una de las fronteras de nuestro conocimiento histórico -límite de resolución en las cronologías que se manejan en los procesos de este tipo-, existen dificultades para ofrecer un panorama totalmente convincente debido al caos de las secuencias locales, muchas veces formadas con yacimientos mal estudiados o sin posición cronoestratigráfica clara. Ante esta situación, la investigación ha sufrido una periódica oscilación entre dos modelos radicales:
a) Continuistas: prácticamente hegemónicos en el Coloquio UNESCO sobre L'origine de I'homme moderne (París, 1969), fueron posteriormente desbancados. Son partidarios de una cierta continuidad entre el Paleolítico Medio y el Superior, sobre todo a nivel cultural, basados, esencialmente, en la posible filiación Musteriense de Tipo Quina-Auriñaciense, todavía no probada, y en la continuidad MTA tipo B-Chatelperroniense. Hoy en día se acepta este proceso, pero se duda de la evolución del Chatelperroniense hacia otras formas culturales del Paleolítico Superior. Antes esta hipótesis contaba con mucho peso porque se consideraba al Chatelperroniense antecesor del Perigordiense-Gravetiense.
b) Rupturistas: emparentados con los monogenetistas en Antropología. Son partidarios de una sustitución abrupta tanto en el plano cultural como en el físico y suponen que el Paleolítico Superior se forma fuera de Europa y es traído a ella por los hombres modernos.
Hoy en día existen evidencias nuevas (el neandertal de St. Césaire, asociado a Chatelperroniense, las secuencias de Europa Central y Oriental, los neandertales tardíos de la Península...) que refutan los continuismos casi en su totalidad, aunque la teoría rupturista clásica presenta también muchos puntos discutibles. El proceso parece haberse iniciado por impulsos externos en Europa occidental, aunque fue más progresivo de lo que se suponía y hubo tal vez muchas interacciones entre los distintos grupos neandertales y sapiens.
Desde el punto de vista cronológico, el Paleolítico Superior se desarrolla a partir del Complejo Interpleniglacial würmiense (40.000-28.000 B.P.), hasta el Holoceno (10.000 B.P.), ocupando esencialmente el Pleniglacial Superior. La base de su cronología, hasta hace poco, era más paleoclimática que bioestratigráfica, obtenida a base de secuencias loéssicas, en las que se marcaban pequeños interestadios del Pleniglacial Superior detectados como paleosuelos, paleontológicas, polínicas, continentales y marinas. Desgraciadamente, siempre existe alguna dificultad a la hora de correlacionarlas.
Durante el gran interestadio würmiense la situación en Centroeuropa es muy distinta a la que presenta Europa occidental. Los complejos industriales detectados aquí, según Desbrosse y Kozlowski, son los siguientes:
- El Szeletiense: industria no muy definida durante mucho tiempo, hoy en día parece restringirse a Hungría y Moravia (yacimientos de Szeleta, Bukk, Vedrovice...). Evoluciona en el tiempo entre el 42.000 y el 32.000 B.P., haciéndose cada vez más laminar. Aunque no tiene muchos útiles retocados, lo característico de este complejo son las puntas bifaciales de tipo Blattspitzen, por lo que se supone que deriva del Micoquiense oriental de Cueva Kulna.
- Complejos de puntos bifaciales del Norte de Europa: diferentes al Szeletiense en algunos aspectos. Engloban al Lincombiense (Inglaterra, Bélgica), el Ranisiense (Alemania) y el Jerzmanowiciense de la cueva Nietoperzowa (Sur de Polonia). Hacia la antigua Checoeslovaquia existen otras industrias parecidas cuya posición se discute todavía (Bohuniciense, Jankovichiense). Aunque no presentan mucha homogeneidad industrial, tienen en mayor o menor medida una técnica Levallois que se hace también cada vez más laminar.
- El Auriñaciense balcánico: datado en 42-40.000 B.P. en las cuevas de Istallöskö y Bacho-Kiro. Es ya una industria laminar, con predominio de raspadores y buriles, y tiene industria ósea. A partir del 35.000 B.P. esta industria del Paleolítico Superior está presente en toda Europa Central, desplazando a los complejos de puntas bifaciales o influyendo en sus fases tardías.
En Europa occidental, en cambio, el Musteriense parece permanecer sin cambios hasta el 35.000 B.P., salvo en lo que respecta a las últimas evidencias contradictorias de la Península Ibérica. A partir de esta fecha comienzan a aparecer ocupaciones atribuibles al Auriñaciense inicial, que conviven con otras complejos industriales hasta el 28.000 B.P.:
(1) El Chatelperroniense (o Perigordiense Inferior): restringido a la fachada atlántica francesa y la región cantábrica española, aunque tiene una variedad italiana (el Uluzziense). Se caracteriza por las puntas de dorso curvo (de Chatelperron), junto a un substrato musteriense (raederas, denticulados...) ya muy cargado de elementos del Paleolítico Superior (raspadores, buriles, perforadores). Aparecen los primeros adornos (colgantes de Arcysur-Cure) y los balbuceos del arte. El hecho de que haya aparecido interestratificado con el Auriñaciense inicial en muchos sitios (Le Piage, Roc de Combe, El Pendo), testimoniando su contemporaneidad, y el hecho de que se considere obra de neandertales el hallazgo de St. Césaire, parece indicar que sería una aculturación de éstos por parte de los recién llegados cro-magnones, autores a su vez del Auriñaciense. Desaparece hacia el 28.000 B.P.
(2) Los últimos musterienses, que van siendo desplazados progresivamente por los complejos anteriores. Como ya se ha dicho, en el sur de España (Carihuela, Zafarraya), parecen haber pervivido hasta bien entrado el Pleniglacial Superior.
Aunque identificado desde el 42.000 B.P. en el área balcánica, el Auriñaciense sólo se difunde por toda Europa a partir del 35.000 B.P. y, pese a su gran dispersión geográfica, parece presentar una cierta homogeneidad industrial. Ya desde los tiempos de Peyrony se aceptaba su amplia convivencia con el Perigordiense. En Europa Occidental se aceptaba, con alguna modificación posterior, una secuencia de 6 estadios (del 0 al V) basada en las ideas de Breuil y en los fósiles-guía, sobre todo de hueso. Hoy en día este aspecto tiende a simplificarse en un esquema más o menos tripartito, dependiendo de las regiones: Auriñaciense Inicial, normalmente con azagayas de base hendida y hojitas Dufour (con finos retoques), Auriñaciense Típico y Auriñacienses evolucionados o finales, con muchas variaciones.
Sus útiles característicos en industria ósea son las azagayas (de base hendida, de sección aplanada o losángicas) y en el material lítico los raspadores espesos (carenados) y en hocico, así como las hojas auriñacienses (a veces estranguladas) y los buriles (con predominio de los diedros). En Europa occidental parece perdurar algo más que en el resto del continente, como lo demostraría el problemático Auriñaciense V francés. Lo curioso es que en Alemania se caracteriza por el excelente arte mueble animalista, mientras que en Francia y España parece corresponder a las primeras pinturas rupestres, todavía muy poco afortunadas.
Después del Auriñaciense, la mayor parte del continente asiste a la expansión del Gravetiense. Es un complejo industrial que tiene una enorme extensión cronológica y espacial, dependiendo de las zonas (entre el 28.000 y el 20.000 B.P. aprox.). Las fechas más antiguas proceden de Alemania (Weinberghöhle, Brillenhöhle), mientras que en Francia y España aparece realmente a partir del 25.000 B.P. Su característica básica son las piezas de dorso (hojas, puntas de La Gravette), junto a raspadores sobre hoja, buriles (sobre todo sobre truncatura) y perforadores. La industria ósea es menos importante que en el Auriñaciense. Aunque hay facies regionales muy importantes (Pavloviense moravo, Kostienkiense ruso...) su pertenencia a un gran tronco común parece hoy en día fuera de duda.
En la región cantábrica española y en el Suroeste francés se le denomina Perigordiense (tradicionalmente Perigordiense IV, según la secuencia de Peyrony). Sus fases evolucionadas (El Perigordiense V o Noaillense) tienen buriles de Noailles, puntas de la Font-Robert y numerosas truncaturas (yacimientos de Le Flageolet, Roc de Combe...). En Corbiac y Laugerie-Haute, F. Bordes confirmó la presencia de un Perigordiense VI y de un Perigordiense VII (protomagdaleniense), pero esta secuencia sólo tiene valor en el Perigord. En el plano cultural, el Gravetiense es conocido sobre todo por el arte mueble (las venus), los enterramientos (Pavlov, Dolnï Vestonice) y las cabañas rusas y moravas de cazadores de mamuts.
Haciendo balance del Paleolítico Superior inicial, es evidente que, desde hace años, se viene produciendo un importante debate en torno al significado de los distintos complejos industriales implicados. Así, para algunos investigadores, los grupos de puntas foliáceas son industrias que evolucionan desde un substrato nativo y resultan claramente transicionales hacia el Paleolítico Superior, mientras para otros son culturas del Paleolítico Medio contaminadas por rasgos culturales de sus vecinos auriñacienses, tal vez llegados de Próximo Oriente. Este problema está claramente imbricado con el final de los neandertales. Para algunos autores es posible que manifestaran aculturaciones (Chatelperroniense) y sufrieran, tarde o temprano, una absorción, genética y cultural, por parte de la masa de sapiens recién llegados. Otros opinan que fueron sustituidos bruscamente (¿aniquilación?). Además, la cohabitación entre ambas etnias es un hecho probado durante varios milenios en Próximo Oriente y Europa, y se revela como uno de los problemas más interesantes de la actualidad. Posiblemente el modelo de cambio no sea único para toda Europa, sino que haya que distinguir circunstancias particulares y respuestas diferentes por regiones.
Si tenemos en cuenta la evidencia actual, existen importantes anomalías que afectan a las dos posturas teóricas anteriormente reseñadas. Por ejemplo, para los rupturistas son incómodas las fechas publicadas hace poco del inicio del Auriñaciense en El Castillo y L'Arbreda (España), que lo sitúan en torno al 40-38.000 B.P., casi en la misma época que en los Balcanes. También es una anomalía para este tipo de ideas el hecho de que el Auriñaciense en Próximo Oriente no sea más antiguo del 38.000-35.000 B.P. Sólo el yacimiento de Staroselje (Crimea) se cita como posible origen oriental de esta industria, pero no tiene una cronología convincente.
También las hipótesis continuistas tienen elementos en contra. Así, si la mayor parte de los musterienses europeos no parecen presentar ningún proceso evolutivo hacia el Paleolítico Superior hasta que no aparece el tándem Auriñaciense-sapiens, como es el caso del Chatelperroniense, que además tiene una delimitación espacial muy clara, parece difícil no aceptar la alternativa contraria. Además, existe una amplia base documental para afirmar que los neandertales autóctonos tuvieron muchas respuestas adaptativas ante la aparición de nuevos elementos culturales que ellos mismos no generaron, y con los que en gran medida resultaron incompatibles a la larga.
En cualquier caso, a partir-del 22.00020.000 B.P., tal vez a causa de problemas ecológicos, como es el avance del glaciar continental por el norte y, por el sur, formación de una posible barrera de hielo en los Alpes, Europa se va a fraccionar en dos dinámicas culturales diferentes, que sólo con el Magdaleniense, a causa del retroceso glaciar en el Tardiglacial, volverán a presentar numerosos rasgos comunes. Mientras en la parte oriental se desarrollan complejos de tipo Epigravetiense, en una parte importante de Europa occidental aparece el Solutrense, que se caracteriza por la fabricación de puntas foliáceas mediante una cuidada talla bifacial. La evolución en la silueta de estas puntas de proyectil, aunque tiene rasgos regionales, ha sido la base sobre la que se ha sistematizado la evolución interna del complejo, hasta el punto de que la distribución temporal de algunos tipos está fijada con notable precisión. Junto a estas piezas características, el Solutrense presenta otros instrumentos relativamente mediocres, con la excepción de los raspadores, e incluso supone un cierto renacimiento de algunos útiles musterienses como raederas y discos. Su industria ósea no es tampoco muy original, con la notable excepción de las agujas en asta de cérvido, cuya función parece obvia al presentar incluso ojo para enhebrar.
Los yacimientos clásicos del Solutrense se encuentran en Francia occidental (Laugerie-Haute, Laussel, Badegoule, Le Placard, Montaud...), sin rebasar el valle del Ródano, y en la Península Ibérica, tal y como se verá a continuación. Sus límites temporales están bastante bien fijados entre el 19.000 y el 16.000 a. C., aproximadamente, siendo tal vez algo más tardío, para fases equivalentes, en el norte de España.
El debate clásico en torno al Solutrense se centra en su origen, ya que en algunas zonas parece intrusivo en una secuencia de tipo gravetiense o auriñaciense, mientras que en otras (Périgord, Valencia) pueden encontrarse elementos evolutivos que anuncian su aparición. Hoy en día tiende a minimizarse el aspecto invasionista de sus estudios teóricos, para enfatizar las evidentes relaciones que presenta con algunos gravetienses septentrionales y con las industrias anteriores y contemporáneas del valle del Ródano e Italia (el Salpetriense...).
A finales del Würm, coincidiendo con su última pulsación fría (el Tardiglacial), aparece el último gran complejo industrial del Paleolítico europeo, el Magdaleniense, cuyos orígenes algunos autores sitúan en Francia basándose en algunas industrias que se consideran transicionales (Badegouliense o Protomagdaleniense), aunque las últimas investigaciones parecen considerarlas paralelas al verdadero Magdaleniense Inicial, que las absorbería con relativa rapidez. Su cronología iría desde finales del Solutrense (16.00015.000 a. C.) hasta el 8.000 a. C., aunque en algún punto puede haber perdurado hasta los inicios del Holoceno. El Magdaleniense, tal y como se conoce en Europa occidental (España, Francia, Países Bajos, sur de Alemania), se caracteriza por una verdadera eclosión de instrumentos sobre hueso, muchas veces decorados con grabados, bastones perforados, propulsores con esculturas, varillas semicilíndricas, varios tipos de azagayas, arpones de una o de dos filas de dientes,discos, pendeloques, espátulas... La industria lítica, en cambio, es relativamente monótona y exhibe bastantes tradiciones gravetoides. Se caracteriza por el predominio de grandes buriles, vinculados, sin duda, con la profusión de materiales grabados que aparecen en este momento, la sencillez de los raspadores y la presencia en cantidades variables de perforadores, hojitas con retoques abruptos y los primeros geométricos, piezas líticas diminutas de morfología muy estandarizada (triángulos, trapecios, medias lunas...) que sólo pueden haber sido utilizados enmangadas en un soporte de madera o asta. En esta fase es cuando se produce la mayor cantidad de obras de arte de todo el Paleolítico.
La densidad de yacimientos magdalenienses, su buen grado de conservación y el gran número de elementos culturales que han dejado, desde el arte mobiliar hasta las cabañas, ha favorecido el estudio en detalle de sus grupos regionales, que se extienden desde el valle del Rin (Gönnersdorf, Andernach, Petersfels) hasta el sur de Francia (La Madeleine, Mas-d'Azil) y la Península Ibérica.
Tanto en lo que respecta a la transición entre el Paleolítico Medio y el Superior, como en lo que atañe a la evolución cultural del final del Paleolítico, la Península presenta una clara diferenciación geográfica en dos tramos casi independientes: la cornisa cantábrica y la fachada mediterránea. La amplia zona central, representada por la meseta castellana y sus comarcas adyacentes, son casi dos vacíos en la investigación, en donde sólo se conocen instrumentos solutrenses (El Sotillo) y magdalenienses (Verdelpino, Jarama II), aunque la presencia de arte paleolítico permite sospechar que al menos el Paleolítico Superior Final tiene que tener una representación más importante que la que esta pobreza de hallazgos permite sospechar.
Por lo que respecta a la región cantábrica, el modelo de evolución cultural existente en el sector comprendido entre el País Vasco y Galicia parece responder con relativa fidelidad al modelo aquitano, aunque siempre con algún retraso cronológico respecto a los yacimientos franceses. Según se desprende de las estratigrafías de El Pendo y Morín (Cantabria), el Paleolítico Superior se inicia en el norte de España algo antes del 30.000 B.P. con la dicotomía Chatelperroniense-Auriñaciense Arcaico. Sin embargo, las nuevas fechas de El Castillo han subido la cronología del Auriñaciense inicial hasta el 39.000 B.P., con raíces al parecer en el Musteriense local. Pasada esta primera etapa, el Auriñaciense es la única industria que permanece en la región, comenzando una evolución similar a la del Perigord. Sólo en un momento tardío aparecen elementos industriales típicos del Gravetiense, que, según F. Bernaldo de Quirós, son más bien una aculturación de la población auriñaciense y no la llegada de una tradición cultural foránea.
El Paleolítico Superior Final también se inicia con un nuevo influjo del suroeste francés, esta vez bajo la forma del Solutrense medio, datado en torno al 19.500 B.P. en la cueva de Las Caldas. A partir de este momento, esta industria sufre una evolución tipológica ligeramente distinta a la de Francia (cuevas de Chufin y La Riera). Con el Magdaleniense sucede algo similar, ya que llega como una variedad ya formada y luego sigue una evolución especial que parece indicar una adaptación al entorno por parte de esos nuevos grupos (cuevas de Altamira, Rascaño, La Viña, Tito Bustillo, El Juyo, Abauntz...). El Magdaleniense final, ya en el Holoceno, evoluciona hacia el Aziliense, industria epipaleolítica con la que no presenta grandes diferencias.
Por lo que respecta a la fachada mediterránea, según los últimos trabajos efectuados en la zona, la aparición del Paleolítico Superior no ha sido simultánea en todas sus regiones. En Cataluña, según las fechas de l'Arbreda, el Auriñaciense aparece, de modo intrusivo, a la misma vez que en El Castillo. A éste le sigue un Auriñaciense arcaico similar al del valle del Ródano, documentado en los yacimientos de Reclau Viver, l'Arbreda y Abrí Romaní. En otros yacimientos catalanes pueden verse etapas más evolucionadas de esta misma industria (Can Crispin, Cal Coix). En la región valenciana, el Auriñaciense es raro y se presenta bajo una facies evolucionada en Mallaetes y Beneito. En Andalucía y el Sureste los vestigios atribuidos al Auriñaciense son muy discutibles y no cuentan con buenas dataciones.
El Gravetiense, por el contrario, está bastante mejor representado tanto en Cataluña (Reclau Viver, l'Arbreda, Roc de Melca, Castel Sala) como en Levante (Parpalló, Mallaetes, Maravelles, Barranc Blanc), aunque siempre con dataciones ligeramente anteriores al 20.000 B.P. En Andalucía está representado por evidencias poco claras en esas mismas fechas. Según los trabajos de L. G. Vega, el Musteriense ha perdurado en Andalucía hasta fechas equivalentes a las de la mayor parte del Auriñaciense europeo, lo que explica que la aparición de los hombres modernos en las latitudes más meridionales de la Península sea bajo la forma de un Auriñaciense o un Gravetiense terminales.
La industria más característica del mediterráneo español es, sin duda, el Solutrense, que además tiene fechas muy tempranas en la región valenciana (anteriores al 20.000 B.P.), por lo que se ha sugerido que aquí podría existir un origen independiente del franco-cantábrico. Además de presentar una evolución original, en la que aparecen las famosas puntas de aletas y pedúnculo, que sugieren la existencia del arco y la flecha, es una industria que aparece tanto en Cataluña (Reclau Viver, Cau des Goges, l'Arbreda), como en Valencia (Parpalló, Mallaetes, Barranc Blanc) y Andalucía (Cueva Ambrosio), llegando su influencia hasta Portugal.
Tras un Solutreo-Gravetiense en el que desaparecen las características puntas de retoque bifacial, el panorama mediterráneo parece presentar un Magdaleniense con fuerte carácter autóctono y relativamente pobre en industria ósea y arte mobiliar (yacimientos de Parpalló, Volcán del Faro, Cendres, Bora Gran, Nerja, Matutano...), lo que recuerda a las industrias contemporáneas del sureste francés e Italia, aunque en el caso español existen arpones y bastones perforados característicos. Al igual que en el norte, las industrias epipaleolíticas de este sector derivarán claramente del Magdaleniense Final.